Comunicación política en campaña: ¿Todo vale?


Durante la campaña electoral de diciembre de 2015, los españoles vimos por primera vez en la historia de nuestra joven democracia a los principales candidatos apareciendo en los medios para cosas muy distintas a los mítines o los debates electorales a los que nos tenían acostumbrados los anteriores líderes políticos. Por el contrario, les vimos participando en carreras de karts, tocando la guitarra, bailando en directo, protagonizando vídeos virales o subiendo memes a sus cuentas en redes sociales, entre otros. Este tipo de prácticas sirve para que el electorado se sienta más cercano a los presidenciables, pero hay parte de la población que piensa que los líderes políticos deberían centrarse en hacer acciones más serias, especialmente en un momento tan delicado como el actual.

Sin embargo, lo que es nuevo en España es bastante más habitual en otros países democráticos. Por ejemplo, en Estados Unidos no es raro ver a los distintos candidatos aparecer en los late shows humorísticos, como por ejemplo a Donald Trump en Saturday Night Live, programa generalmente crítico con el candidato republicano; o ver al presidente Barack Obama junto a The Roots en el show de Jimmy Kimmel y a la Primera Dama Michelle Obama protagonizando spots junto al muñeco Elmo en Barrio Sésamo.
Un caso extraño fue el que protagonizó el penúltimo presidente de la URSS, Mijaíl Gorvachov, cuando apareció en 1997 en un anuncio de Pizza Hut en el que los rusos decían que gracias a sus políticas para conseguir la paz entre el bloque capitalista y socialista podían disfrutar de las pizzas de la famosa franquicia norteamericana.

Volviendo a España, todo parece indicar que en la nueva campaña electoral seguiremos viendo a nuestros candidatos haciendo cosas “que no son de políticos”. Por el momento, les hemos escuchado hablar de sexo con Susanna Griso, ser entrevistados por niños de 10 años y tocar la melodía de Juego de Tronos junto a una orquesta en directo. ¿Aparecerá alguno como extra en La que se Avecina o contando chistes en El Club de la Comedia? Y, lo que es más importante, ¿nos acostumbraremos los españoles a este tipo de intervenciones o seguiremos viéndolas con una mezcla de asombro, curiosidad y vergüenza ajena?