La revolución de las redes sociales y los dispositivos inteligentes hace ya unos años ha sido el germen de una nueva generación de celebrities: los influencers. A los deportistas, cantantes, actrices, actores y modelos se han unido ahora youtubers, instagrammmers y twitstars. En un principio solo les veíamos en los medios que les hicieron famosos, pero hoy han dado el salto y podemos encontrarles en eventos, campañas de publicidad y hasta en la prensa del corazón.
Las empresas, conscientes de las legiones de fans que acompañan a los influencers, se han lanzado a su caza. Todas quieren ser la marca favorita de ElRubius, de La Vecina Rubia o de Dulceida, y que aparezcan en sus canales utilizando sus productos. Sin embargo, esta obsesión por llegar a ellos puede ser muy costosa, y no siempre demasiado efectiva.
Es aquí donde entran en juego los microinfluencers: usuarios que llegan a mucha menos gente que Kim Kardashian o Justin Bieber, pero que influyen muy fuertemente en su número de seguidores. Suelen contar con un gran ratio de engagement en sus blogs o en sus redes sociales, y sus interacciones con sus followers son numerosas. Además, gozan de gran influencia y respeto en ellos
Los microinfluencers suelen llegar a segmentos de la población muy específicos. Es esencial para las marcas conocer a sus potenciales clientes y a las figuras que influyen en ellos. Después, deben contactar con ellos (por lo general de forma directa ya que, al contrario que los grandes influencers, no suelen tener agentes ni representantes) y buscar conjuntamente la mejor estrategia para llegar a su audiencia.